No hay ciencia sin
imaginación, lo que supone que los políticos estén en el exordio de ella. Y si
en ese proemio estuvieran, sería un milagro de Dios. Pero dejemos el prefacio y
abramos la puerta de la realidad, y en el umbral nos encontramos con lo inane, la carencia de inventiva,
iniciativa y visión de estos artífices
de lo obsoleto. Lo único que se ve desde este observatorio, el desierto de la
imaginación.
Y tan desierto.
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