Escribí en su día que Adisto es el paraninfo de la emotividad y el sentimiento. Es además silencio que sobrecoge, vidas limitadas, esfuerzos y sacrificio de familias y voluntarios que forman el cordón umbilical de un colectivo con el sello del ejemplo. Hay que ser cómplices de un mundo que no merece la mirada distraída y arrimar el hombro para que el peso de la carga se pueda sobrellevar sin asfixiar a nadie. Mi padre me dejó como herencia el espíritu de la mano tendida al necesitado y nada mejor que en esta ocasión hacer uso de ella y aportar la parte alícuota en esa labor gratificante. Hay que poner el alma al servicio de quienes desnudos de inocencia puedan la letras y los actos vestirlos de etiqueta. El tiempo que se invierte en estos menesteres no hay otro que pueda satisfacer más. Y viene a colación la cita de San Agustín de Hipona que dice: “Da lo que tienes para que merezcas recibir lo que te falta”. Daremos lo que tenemos para que nada falte a los que viven con la angustia y la ansiedad de privaciones porque lo que nos hace falta es practicar el bien sin mirar a quien.
Hablar de ADISTO es poner en el altar de la admiración a BENI CORDOBA, porque ella es el alma mater de una
institución modélica. Su dedicación, su trabajo, su esfuerzo, su sensibilidad y
sus formas son el paradigma del asombro. Su vida dedicada a los demás merece
por derecho propio algo más que
palabras. No se puede obviar una entrega que rompe los moldes de formas y
maneras no habituales. Quede pues en estas letras que son la periferia de ese
epicentro la gratitud infinita y la admiración sin límites. Y significar que en
esta tierra afortunadamente tenemos en BENI CORDOBA nuestra Teresa de Calcuta.