Las necesidades inherentes a la edad me levantaron de madrugada y al volver a la cama le di un beso a mi mujer y adormecida me cogió la mano por aquello de amar y ser amado. En la selva del amor rugía la estruendosa calma. Mi Tete atento a las caricias se acercó para pedir la misma dosis de la que nunca está exento y devolvió con la generosidad de siempre sus mimos. Decidió ponerse entre los dos para estar juntos y no separados. Buenos días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario