Cuándo me llamó Jesús Ros decidí
ir a su despacho porque siempre me trata con exquisitez. Era también la ocasión
de pulsar el ambiente político y lo encontré pleno de lucidez mental y sin
indicios de quebrada salud. La amena conversación discurrió por cauces de la
normalidad para que afloren los nervios en aquellos que hacen del fanatismo la
orla de su identidad. Buenos días.
Muy bueno el post adornado de fina ironía.
ResponderEliminarJAJAJAJA!!!! Me encanta.
ResponderEliminarCoz.
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