Faltaba el espionaje para alterar las constantes vitales de la estabilidad inestable. Un país rico en problemas y la corrupción como banderín de esperpentos patrios. Y un Pedro Sánchez con el rumbo perdido entre el desierto del Sahara, el recibo de la luz que vulnera la moral y enciende la indignación de tanto sufridor, los escandalosos precios de alimentos básicos y una democracia podrida.
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