lunes, 4 de septiembre de 2023

SEJO - LAS SOMBRAS DE UNA VIDA SIN LUCES

Son las nueve de la mañana cuando Sejo entra en la Taberna para dar inicio a la liturgia diaria del desayuno de la copa de Whisky, para así de paso saciar la ansiedad en el rígido taburete de madera, mirando a la tabernera para ir devorando el tiempo y vivir el éxtasis de la ilusión al compás del alcohol que vaya ingiriendo. Su cara denota tristeza y su mirada ausente evidencia su estado de ánimo siendo el fiel reflejo de una persona perdida tratando de encontrar trago tras trago el afecto que no encuentra en su casa para sobrevivir al desafecto, a la rutina permanente y al hábito de la perenne costumbre.

La Taberna es el lugar donde Sejo da rienda suelta a sus fantasías, donde la pena se convierte en alegría, donde su mundo se transforma para vivir la eternidad de lo efímero. Así es su vida diaria en el que el corazón y la inconsciencia que produce beber sin freno domina la cabeza. Ese bienestar pasajero entiende Sejo que es vitalicio para que los sueños se conviertan en realidad.

Sejo se entrega en cuerpo y alma en busca de nuevas sensaciones y experiencias que originen a su estado de decadencia un soplo de vida, aunque lleve consigo la muerte de la estabilidad propia y ajena. Transcurre el tiempo pero las cosas no cambian, y el desorden se establece en su orden, vacía copas para no llenar el alma y su vida discurre por cauces secos de conciencia.

Preso de su libertad bascula por un mundo de obstáculos que generan las circunstancias y que forman parte ineludible del rumbo perdido. El Sejo distraído sabe lo que quiere y se olvida de lo querido. Atrapado por el amor encuentra en lo ajeno la felicidad y se convierte en rehén de miradas atónitas que cuestionan su moral cuando aferrado a la moralina se quita en antifaz de muchos años.

Su alimento diario para subsistir al pecado es una mirada, un guiño de ojo y un beso robado en el mejor de los casos para alcanzar la gloria o, tal vez, el averno. Su perseverancia conlleva a que su estancia se prolongue y a tardías horas anuncia su estado ebrio, solitario y en ese deambular de inversión del tiempo sin rentabilidad, muestra la certidumbre de su inseguridad, la palabra entre cortada, la copa sin triunfo y la luz de su mirada apagada.

 

 

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