Al paso que vamos habrá que
coger, para sobrevivir, la canasta de mimbre -como en tiempos antiguos- y
ponernos a mendigar por esquinas que quizá estén ya hipotecadas por adelantados
de la miseria. Las colas del hambre que muerde ponen de manifiesto lo cruel que
es vivir con la soga al cuello. Los muertos están a cubierto.
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