Con las letras despiertas le sirven al pensador el menú del momento para crear en la frescura de la mañana el calor que atempera la temperatura otoñal. La prosa va haciendo su camino para que el vivero de la literatura mantenga las constantes vitales de un mundo que muestra su sensibilidad, apasiona y haga posible, a través del desfiladero de este cordón umbilical de cortos renglones, que la piel flácida se encoja y tersa ella viva en su epidermis el esplendor de un banquete que alimenta el alma. Quizá como el pétalo de la flor que encuentra en la gota del rocío el néctar que nutre su vida.
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