martes, 8 de septiembre de 2020

PASEANDO EL PENSAMIENTO

Paseaba, en aplacible mañana, a temprana hora por la orilla del río mirando el estrecho cauce con el caudal lento y parsimonioso de un día alejado de la vida que genera ansiedad y estrés. Marcaba el reloj las 6:30 H de la alborada cuando mis pasos, con el mismo ritmo del caudal,daban comienzo al vía crucis de la caminata con la grata compañía del silencio y el gorjeo del diminuto gorrión. Transcurridos los tres primeros kilómetros, veo al otro lado del río almorzando a un nativo con su boina negra al resguardo de humedades y la bota de vino para atemperar la fresca temperatura. El saludo con los buenos días era de rigor como la devolución cortés del originario. Sigo mi camino y me entretengo mirando una libélula de colores fascinantes aleteando en un junco hasta su aterrizaje. La naturaleza ofrece momentos que te detiene para vivir instantes que generan calma y vivencias no habituales. Decido hacer un alto en el camino y ponerle al hambre un candado con un bocadillo de sobrasada, vino de la fuente y un plátano para recobrar fuerzas. Me entretengo un buen rato oteando el  guarnecido monte, sus pinos, matorrales, sabinas y el olor que desprende que oxigena cuerpo y alma. Decido volver entre la quietud, el silencio sobrecogedor y las acrobacias de pájaros en un entorno paradisíaco. Responden las piernas porque  la excursión blindada de paisajes maravillosos te evade del cansancio, pero en el ánimo queda la frustración del adiós y la esperanza de volver.

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