Corren tiempos de agresividad, de
violencia y de cercenar la estabilidad social. Hay que hacer frente a esos
energúmenos intolerantes para evitar que descarrile el tren de la sana
convivencia. El mundo político se está convirtiendo en el avispero del insulto,
la vejación y el muñeco de trapo. Es deprimente ver la decadencia del respeto y
la educación.
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