No sé si escribir esta tarde de Kafka, del Moldava que desemboca en el Elba, de física cuántica, del psicoanálisis, de los sueños o de las frustraciones de la vida.
Sin café literario en la ciudad,
donde el pensamiento puede explotar y reivindicar la revolución, me refugio en
el estrecho laberinto de mi despacho para evitar la siesta y hacer posible que
la mente ocupe estos momentos para que el escritor no pierda el hábito de la
dedicación al prójimo. Y navegar en este silencio sepulcral invita a viajar al infinito,
cuyo trayecto se va forjando uno letra a letra y renglón a renglón para llegar
a alcanzar la gloria que, estando lejos, sólo cabe invitarla a pasear esta
tarde a algún paraje inolvidable, donde la quietud contemplativa mueve la
esperanza de poder compartir el elixir de la vida sin necesidad de moverse.
Escribes tan culto que no entiendo una mierda fiera
ResponderEliminarEso es porque eres un puto ignorante. Lee un poco más y verás como aprendes. Por cierto, Evencio nos deleita siempre con sus sabias palabras y su excelsa plática de oradores. Es alimento para el espíritu y cada día aprendo con el mucho más que lo que aprendí en el cole de Antonio Machado
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