En una terraza y con un clima cálido,
tomaba un café con la modista de alta costura de las letras, Carmen Carpio. En
la mañana de ambiente primaveral saboreaba la madurez joven de una vida que
alumbra y escuchaba a la diva con atención para añadir a mi currículo de hojas
blancas algunas pinceladas de materia gris que allí desprendía el azulillo de
sus ideas. Con mi mente serena y soñadora pensaba que estaba sentado en la
orilla del rio viendo viajar en el yate de un junco a la majestuosa libélula de
alas azules y recordando “El infinito en un junco” de Irene Vallejo.
De vuelta del sueño recupero el
momento en el que la literata mostraba su desencanto de la vida política, de
sus zarzas, de su altura baja y de políticos ávidos de vida en su propio
funeral. Que en paz descansen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario