Obviando el lenguaje copto,
haremos de la lengua de Cervantes, el medio más eficaz para llamar a las cosas
por su nombre, y ponerle a los casos el apellido. Este sufrido escaparate, es
la inevitable consecuencia de quienes experimentan con el prójimo la absolución
del humanitarismo, y el suplicio de tener que vivirlo. Y acabada la semana de
pasión, permanecemos con el día a día del paro, el desahucio, las limitaciones del bienestar social, la
corrupción como bandera, y con un país enseñando lo sórdido, inmoral, y turbio.
Y unos políticos deshonestos, y mugrientos de vanidad de la vil materia. El
pueblo lo permite.
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