La clase política está imputada. Gravita sobre ella la
desconfianza asentada en el expolio permanente de la honradez. Obviar la
realidad ya no es sostenible. Y zafarse de la evidencia seria adulterar
el sentido común. Hay una ausencia de responsabilidad global de los dos grandes
partidos, que a su vez estimula la incoherencia para en ese estado poco
ocurrente, vender el crecimiento que decrece. Y si hacemos inventario de los
despropósitos, la izquierda y la derecha están lejos de cautivar al pueblo, más
bien encontraran en su momento la indiferencia de quien acarrea el gravoso
coste de vivir con limitaciones.
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