El 14 de Abril concluyo con
más pena que gloria, calma chicha y pocos revolucionarios, pero la situación
invita a la decapitación de un sistema arcaico. Los gladiadores callejeros se
multiplican por el país, y en su singladura exigen derechos podados. Lo justo y
razonable. A este Gobierno le hace falta una rebelión de las masas. Y menos ambigüedades.
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