En el CAFÉ GIJÓN de Torrent
consumo una parte de mi tiempo matinal entre el café cortado de todos los días,
la ojeada al periódico deportivo y la tertulia amena con Ramón y Susi. Hay
adeptos variopintos al convulso mundo de la palabra, a veces mecedora de la
vida política. Transcurre con rapidez la
lentitud del ya vicio diario y, dicho sea de paso, del argumento viciado. No
hay innovación porque la vida política no se presta a nuevos descubrimientos y,
tal vez, la sistemática repetición no nos libra del tedio que ya acumulamos
como reliquia. A veces se comenta alguno de mis post y el sagaz Ramón me remite
a la prosa porque entiende que es ahí donde el brote de mis conocimientos ¿Cómo
dices? puede destilar la esencia de una modalidad que ensancha la estrechez de
aforismos sobre política. Cada uno tiene sus gustos y hay que respetarlos. El
hola y el adiós forman parte del desfile de personas conocidas y amigos que a
lo largo de la mañana van y vienen a sus quehaceres diarios. Tenemos un apartado
diario para comentar comidas y cenas y entre la paella –que Ramón maneja con
destreza-, el cocido que es ideal para este tiempo, el “Chateaubriand típica,
gastronomía francesa”, las lentejas, tortilla de patatas y una miaja de careta de cerdo vamos
combatiendo el frío con el correspondiente vino que es un reconstituyente que
el cuerpo agradece. Un amigo común del PP (pobrecillo) se mantiene a base de
berenjenas, calabacilla, acelgas, alcachofas y queso blanco. Todavía vive. Terminada la mañana
volveremos al día siguiente para seguir contaminándonos del chapapote de la izquierda
y la derecha para que la monotonía tenga su espacio.
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