viernes, 30 de octubre de 2020

ENTRE RENGLÓN Y RENGLÓN

Mi mente que no para cuando estoy delante del ordenador, me lleva en silencio a alojarme entre líneas en las páginas de libros de ilustres de la pluma que hicieron las delicias de la lectura para encontrar en ellas la riqueza de un habitad paradisíaco. Allí, entre renglón y renglón, en ese espacio reducido encuentra uno el latifundio de la suprema sabiduría para evitar el rigor mortis de la ignorancia. Y de pronto me sitúo en el Café Regina de Madrid del año 1923 epicentro del mundo intelectual de la época donde eran asiduos Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán Peña, Max Aub, y Lorca entre otros eruditos. Del mar de sus legados donde dejaron la impronta del ingenio y la sabiduría salpica alguna gota para regar la sequía del conocimiento. Con mucho acierto decía el filósofo y jurista francés Montesquieu: “Hay que estudiar mucho para saber poco”. La absorbente dinámica de la lectura es la mejor inversión que se puede hacer para que el método breve que cita el filósofo no sea exiguo. Mario Benedetti decía: “Todos queremos ser lo que no se puede, somos fanáticos de lo prohibido”. Lo que yo no quiero ser admirado Mario es ser uno más para ser uno menos. Aunque no se puede obviar a uno de los más grandes filósofos griegos y su mítica cita: Sólo sé que no sé nada”, Sócrates. Perdonen que les deje aquí porque me retiro a leer: “La última lección”, de Randy Pausch.

1 comentario: