Andrés Campos no se da cuenta de que su propio Partido le
embarga el futuro político en la Ciudad. Es inconcebible que sea devorado por
su propio ego. Pero cuando se hace gala de la suficiencia insuficiente, se
encuentra en el punto de salida sin posibilidad de retorno. Yo que soy
partidario de la eterna juventud, me encuentro en la disyuntiva de optar por la
efectividad de la formación, y la permanente vigencia de la humildad.
Cuando se carecen de estas virtudes, no se vive en el mundo edénico. Quizá en
otro donde la trascendencia, sea intrascendente. En ese submundo se acoge al
que obviamente le falta aplomo, equidad en sus decisiones, constancia en la globalidad de su trabajo y
rectitud en aquellas decisiones identificativas de la demolición de la ética.
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