No sé porque me viene a la
memoria la muerte de Federico García
Lorca y del poeta del pueblo Miguel Hernández Gilabert. Dos inocentes
a quienes aplicaron distintas formas de morir los que oficio tenían de apretar
el gatillo. Dos grandes de la pluma que nos dejaron lo que no pudieron matar:
LIBROS, lo que siempre tiene vida.
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