En la fachada del número 23 de la calle Blanquerías de Valencia, nos indica con una
placa de cerámica de J. Gimeno que
estamos en la Casa Museo Benlliure y en la tierra del arte.
Da inicio la tarde con el recorrido del mágico
lugar en el que nos muestra el jardín de Don José Benlliure Gil que adornan
plafones y cerámicas de temática religiosa. En el fondo del jardín, una pila
bautismal horadada y convertida en
fuente, comunicaba el mismo con la Academia Real de San Carlos.
La casa construida en el año 1897, costó 287.000
pts., y en el año 1902 decidió vivir en ella. La riada de Valencia del año 1957
causo serios desperfectos en la casa, restaurándose en el año 1982 siendo
Alcalde R. Pérez Casado.
La estancia trasmite calma y sosiego, por lo que
hace pensar que el maestro esbozaría allí sus múltiples obras para enseñarnos
la belleza del neoimpresionismo. El eclético personaje fue un coleccionista de
las más variopintas cosas: vasijas, jarrones, instrumentos de música, platos y
un largo etcétera que hacía posible, con el rigor de su afición, la inspiración
de su trabajo, basada también en el estado de ánimo del maestro y en el de los
demás.
Los muebles de su casa italo-alemanes, nos muestran
el gusto exquisito de Don José Benlliure Gil y su salita suscita un gran
interés porque en ella se alojan múltiples objetos propios para la veneración:
el título de Hijo Predilecto de Valencia, obras regalo de Sorolla, medallas y
reconocimientos de todo tipo. Efectivamente
estamos en el Museo de Benlliure. Me llama la atención las famosas
“tablillas” que le servían al maestro de catálogo, los bocetos a lápiz, y su
dibujo científico mostrándonos mariposas y libélulas. La obra pintada con 12
años en Roma que era el inicio de la explosión de su grandeza. Un gramófono de
la época y su archivo epistolar para que otros maestros tuvieran acceso a las
genialidades del insigne pintor. Goce hasta la extenuación repasando obras de
ensueño: “Tartana del Cabanyal”, “Procesión Claustral”, “El pan de la boda” una
obra de Mariano Benlliure “Picando al toro” y un retablo gótico lineal de M.
Cabanes. Arte y más arte para que la asombrosa tarde ponga el punto final
visitando una sala temporal con obras del maltés Antonio Sciortino del siglo
XX. En el corto peregrinaje de esta sala el afamado escultor imprime en sus
esculturas velocidad y movimiento; reseño tres que son un ejemplo claro que
induce a la perpetuidad de la gloria: “Les gavroches” mirando esta obra uno
está en el infinito, “Rhyhmil Vital” su estilización es una muestra de esa
velocidad de la que anteriormente hablaba, y por último y sin olvidarme de
otras, Llinoberg “On Eagle”. La magia de
este personaje me hace pensar que es el Mariano Benlliure maltés. ¡Viva el
ingenio y la maestría!
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