Cuando las tardes anuncian el eclipse del día y el tartamudeo de los pasos ponen fin al paso acompasado, las raíces de los árboles notan su ausencia, se siente la paz, se escucha el silencio y la soledad se adueña de las vértebras oscuras del anochecer. Es el momento en el que el pensamiento fluye, y, a veces, con los ojos cerrados veo las dentelladas del hambre, los campos de refugiados sin patria, pan y justicia, libros cerrados y las páginas heridas de muerte. Cuando abro los ojos, la oscuridad es la luz de la mirada y un océano de almas vagando con el espíritu adormecido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario