Los detractores de Andrés
Campos que ayer lo jalearon a bombo, platillo y batucada, no tienen entidad
moral para cuestionar mi independencia y objetividad. Se olvidan de que yo no soy cortesano de nadie. Estos apátridas de la cordura y sentido común que cambian de opinión con la
facilidad que demuestran los acontecimientos, no son un referente de sabiduría. Viven en la holganza de
ponderados juicios, y en el ayuno de la
razón.
Al pan pan y al vino vino.
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