La tarde invita a escribir
para que las letras vayan latiendo en mis arterias, y pueda trasmitir el
manantial de una gota de literatura primaveral cuyo colorido y vida es el
florecer de mi dicha contenida. El idilio entre el silencio y la soledad,
forman parte del momento tan sagrado donde la inversión solo busca la
rentabilidad de discretas miradas. Y en este hacer ameno discurre el tiempo de
forma pausada para que este panel de letras, puedan llenar la colmena de un corazón que desprende la
dulzura de la miel. Y con la suavidad de este lenguaje universal, y el
garabatear de esta ciencia no oculta, el texto se descomprime y goza de alegría
porque sabe que la destinataria acogerá con agrado la siembra de un hortelano
que trata de hacer fértil la tierra
árida.
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