martes, 5 de julio de 2016

LA AUSENCIA

El domingo por la tarde fue para corazones blindados. La música, el ambiente y las palabras allí vertidas formaron una concatenación de sentimientos que hicieron posible vivir el doloroso pasado en presente. Las cuerdas del violín pusieron, en el caluroso día, el escalofrío al sufrimiento de los familiares allí presentes diez años después de la tragedia. Las 43 víctimas, que fueron el sonrojante olvido de gobiernos de derechas, no merecieron la negligencia de la omisión de quienes practican el ateísmo del sentido común. En el acto observé la ausencia de María José Catalá y me causó extrañeza. Merecían más respeto las víctimas y sus familiares. 

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