La vida política es un
atroje de intereses partidistas que pone de relieve el escaso interés por la
globalidad del país. Ese es un mundo de
conveniencias que aporta brillantez a la utilidad y provecho para oportunistas
calculadores. Un desafuero al sentido común y honestidad. Hay excesiva
desmesura en ese colectivo que propaga la peste de la ruina. Además, procuran
no asentarse en la eventualidad para macerar principios cuyos fines se basan
fundamentalmente en la bicoca, sinecura y canonjía, o, lo que es igual, el
apocalipsis de lo integro. Hagamos de lo
ético y probo la conciencia de quienes no la tienen.
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