El eco de las voces
de la familia de los ARDILLAS en las procesiones de Semana Santa de Mira dejó
huella, y marcaron una época en el que
la devoción y la fe hincaron de rodillas a consagrados ateos. Aquella vida se
vivía con fervor, religiosidad y con exaltación de tan sagrada semana. La
túnica morada, el cordón amarillo y el capuz,
identificaban a los hermanos de la Hermandad de la Vera Cruz y engalanaban
misas y procesiones. El ritual de cantos, la procesión del silencio -en la que
nadie ofendía-, el encuentro y el entierro de Viernes Santo eran por excelencia
los momentos más solemnes de la semana. De aquel antes quedó el después, que
nada tiene que ver con el antes.
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