Eran las nueve de
la mañana cuando Noelia salía de su casa para practicar el ejercicio matinal
del paseo, la meditación y la búsqueda incesante de la estabilidad perdida.
Noelia daba sus primeros pasos por la orilla del río, mirando la calma de sus
aguas, los enhiestos juncos, las sargas, el vuelo lento de las libélulas y el
pequeño gorrión para evitar la soledad de su camino. Transcurría la mañana y el largo camino minaba las
fuerzas de Noelia y la admiradora de Machado recordaba al ilustre poeta:
“Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, y recitando al insigne
recobraba energía al compás de sudores
que empapaban el alma de calma. Recobraba Noelia la esperanza en este trayecto
el final de otros y la fe para dar comienzo a una vida que le puso en el camino
el pedregal y socavón. Decidió Noelia hacer un alto en el camino y, sentada en
la orilla del rio y escuchando el chirriar del grillo, hacía de la reflexión la
vuelta al mundo pensando en esta cita cuyo autor desconocía para nacer en la
estación primaveral y no morir de angustia: “El primer paso no te lleva donde
quieres ir… pero te saca de donde estás”.
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