Son las nueve de la mañana cuando Sejo entra en la
Taberna para dar inicio a la liturgia diaria del desayuno de la copa de Whisky,
para así de paso saciar la ansiedad en el rígido taburete de madera, mirando a
la tabernera para ir devorando el tiempo y vivir el éxtasis de la ilusión al
compás del alcohol que vaya ingiriendo. Su cara denota tristeza y su mirada
ausente evidencia su estado de ánimo siendo el fiel reflejo de una persona
perdida tratando de encontrar trago tras trago el afecto que no encuentra en su
casa para sobrevivir al desafecto, a la rutina permanente y al hábito de la
perenne costumbre.
La Taberna es el lugar donde Sejo da rienda suelta a
sus fantasías, donde la pena se convierte en alegría, donde su mundo se
transforma para vivir la eternidad de lo efímero. Así es su vida diaria en el
que el corazón y la inconsciencia que produce beber sin freno domina la cabeza.
Ese bienestar pasajero entiende Sejo que es vitalicio para que los sueños se conviertan
en realidad.
Sejo se entrega en cuerpo y alma en busca de nuevas
sensaciones y experiencias que originen a su estado de decadencia un soplo de
vida, aunque lleve consigo la muerte de la estabilidad propia y ajena.
Transcurre el tiempo pero las cosas no cambian, y el desorden se establece en
su orden, vacía copas para no llenar el alma y su vida discurre por cauces
secos de conciencia.
Preso de su libertad bascula por un mundo de
obstáculos que generan las circunstancias y que forman parte ineludible del
rumbo perdido. El Sejo distraído sabe lo que quiere y se olvida de lo querido.
Atrapado por el amor encuentra en lo ajeno la felicidad y se convierte en rehén
de miradas atónitas que cuestionan su moral cuando aferrado a la moralina se
quita el antifaz de muchos años.
Su alimento diario para subsistir al pecado es una
mirada, un guiño de ojo y un beso robado en el mejor de los casos para alcanzar
la gloria o, tal vez, el averno. Su perseverancia conlleva a que su estancia se
prolongue y a tardías horas anuncia su estado ebrio, solitario y en ese
deambular de inversión del tiempo sin rentabilidad, muestra la certidumbre de
su inseguridad, la palabra entre cortada, la copa sin triunfo y la luz de su
mirada apagada.
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