Cuando estamos hablando del hambre que está padeciendo el mundo y de las situaciones precarias en las que viven muchas familias, no somos capaces de pararnos a pensar en el hambre de la cultura. Decía Federico García Lorca, que si el tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Ese es el alimento que no deja insatisfecha el alma y el antídoto de la ignorancia.
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