Voy pisando en el paseo de la tarde, las hojas de los árboles abatidas por el vendaval y anunciando con el pálido color, la estación invernal y el desnudo de enhiestos robles y álamos. Se respira paz y te invade el relax en este recorrido en el que recrearse es ver el tupido follaje, aleteando los pájaros y, su buhardilla, las ramas del esqueleto del tronco. Es sublime el encanto de este itinerario plácido que es una caricia de la época y del estío la sombra protectora que mitiga sudores. Lejos de agotar, genera fuerza y los desguarnecidos árboles que cubren la tierra con las esporas de su alma son el éxtasis de la mirada que queda anestesiada de ver tanta belleza.
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