Estaba sentado en el banco rígido de madera en la Avenida mirando el verdor de la alambrada del jardín y, a su vez, en la hoja cobriza que desnuda al enhiesto árbol. Libre el pensamiento viaja por mundos dispares para ver la distancia que separa el Banquete de Platón con el hambre que muerde. Quizá nutrirse del primero sería el alimento del segundo.
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