La clase política
-en su conjunto- enloquece de mediocridad, nadie se salva de vivir en el mundo
de la insuficiencia y asistimos impasibles a ver a un colectivo pigre y
asentado en la incuria. Todos cabalgan
juntos. Y nadie sin poderes taumatúrgicos, seguiremos asistiendo a la
dolorosa liturgia que 500 muertos al día nos pone un nudo en la garganta.
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