La soberbia y la avaricia son dos de los siete pecados capitales que llevan etiquetados muchos políticos. El imán de los dos lleva implícito a atropellos diversos que degradan al hombre y al político. Otros hay que engrosarían el descrédito como por ejemplo la envidia, ese sentimiento de recelo por el bien ajeno para gozar para sí mismo de lo que otro tiene. Somos así.
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