Cuando el alba anuncia el día, entre el silencio y la soledad, mi amigo Andrés Sánchez en su mesa camilla habrá desayunado su café con leche, tostadas con tomate y aceite de oliva:
Andaluces de
Jaén
aceituneros
altivos
decidme en
el alma quien
quien
levanto los olivos
Andaluces de
Jaén.
Maestro por excelencia de muchas cosas, vive con el alma
herida de ver este mundo de despropósitos entre el desasosiego, la templanza
quedan los años y desde el burladero de la vida mirando al morlaco de la
pandemia sin obviar otras epidemias que padecemos. Desde la tranquilidad que da
el reposo en el sofá, el Maestro se libera de desiertos del intelecto escuchando
música clásica y tarareando fandangos para alimentar vacíos que alivian el
desconsuelo.
Fandango,
pasión, sentimiento,
pureza que
vuela al viento
química de
la emoción,
que revive
hasta los muertos
surco de
palabras hondas,
que hieren y
dan aliento,
y lances en
los alberos
fundidos en
sacramento.
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