A nadie le ha caído de susto
la sentencia de Urdangarín y Sra. y, con la más que probable, rebaja de la
misma. Si la ley suprema es el bienestar del pueblo, según decía Cicerón, no
cabe la menor duda que después del dictamen en el pueblo ha generado malestar. Tanta
contemplación con el poder genera un estado de rabia que cuesta mucho contener
y la monarquía se asienta en el estado que disipa todas las dudas: el
privilegio. Algún día este pueblo sumido, ahora en el desierto del
arrebato, hará posible que poblada la ira la sangre azul se convierta en roja.
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