Se respira mal en este país,
hace falta oxígeno impregnado de sentido común. Se ve y se nota en los debates
diarios donde prevalece la ausencia de la razón, y se vislumbra la vehemencia irreflexiva de la España nuestra.
Aflora la intensidad partidista para ver a tertulianos con criterios faltos de
sosiego y objetividad. Y emerge la estoica banalidad para recrearnos de lo que
ya repele.
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