DEL LIBRO: MOMENTOS, SILENCIOS Y SOLEDADES
Miguel Hernández murió solo. La vida lo transportó a la majestuosidad de la calma. La vida cruel, que no tuvo piedad con el genio. Azarosa y amarga, le propicio el ingenio, talento, y sabiduría, para dejarnos obras maestras, de quien hizo de sus ideas, la libertad y la lucha, para evitar ataduras, que el viento del pueblo se llevaría. Dejó de respirar para alimentar para alimentar con su adiós, la esperanza de ver el sol, fraguando el sueño dorado de la espiga, la primavera de colores y la bandera de la libertad.
Aquí me tienes
Miguel,
en esta tarde
invernal,
otoño de hojas caídas,
memoria de lo
infernal.
Patíbulo de la
conciencia,
donde el hambre
criminal,
sació la sed de la
sangre,
en el cauce
celestial.
Y en esta tarde,
Miguel,
cuando el frío
atenaza,
que al enemigo le
sirva,
que no es el verso
amenaza.
Y que viva la
memoria,
de aquella muerte
imprudente,
que tu vida la
entregaste
tu culpa, ser
inocente.
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