Cuando abres la puerta a un drama de cincuenta y siete años la gente se puede concienciar de una tragedia que cambió la vida de una familia y vivió la amargura con dolor, esperanza y fe. Hay trayectos en la vida que son demoledores y dejan en la piel asteriscos del sufrimiento de varias décadas y el eco de un silencio de ultratumba. El ayer paseado por el presente con claridad y con el objetivo de no sepultar la verdad sin ser esclavo del miedo.
En los pueblos
siempre el temor hace susurrar entre paredes, entre personas de la misma
ideología, entre la baratija del dime y el direte, con la puerta entreabierta,
la rendija de la ventana y la cortina tapando lo que se ve. Son sociedades
introvertidas porque todavía existe el recelo que dejó el pasado y sigue en
vigor. No se avanza porque progresar no es la meta de nadie. Es un conformismo
que altera las constantes vitales de quienes pensamos que hay otras formas de
vivir y convivir. Mi pueblo, concretamente, es rico en estrechas y empinadas calles, en históricos
callejones, fuentes que alivian la sed y un río que aporta con su caudal de
agua vida, brillo y la atónita mirada.
“Subo por calles
estrechas, entre sus curvas barrocas, piedras que le ponen alma, para vivir
entre rocas. Por lúgubres callejones y lugares ancestrales, recovecos que no
mueren y simétricos portales. Fuentes que gotas derrama, que lágrimas son a
caudales, para evitar que el silencio se adueñe de soledades”.
Nació en el pueblo
un personaje de un calado moral sin parangón: Antón Martín.
“San
Juan de Dios fue tu guía, el perdón tu
mejor obra, tu lucha por el pobre un
ejemplo y en icono se convierte el que lo logra. San Juan de Dios fue tu luz,
tu vigía y centinela, vida de Pedro Velasco, para evitar con su muerte, su vida
no detenerla”.
Hay una estrofa de una prosa que escribí de 16
páginas en el año 2008 que sintetiza lo
global y lo individual:
“Era
un pueblo rico de pobreza, de humildes dinastías y creyentes, de nobles, sabios
y necios, lo último y primero referentes, de ideas tenaces y ritos, de
paradigma de la soflama y grito, de pecado, perdón y obra, que dejo el
nacimiento de un mito. Era Antón Martín de vida pasajero, de corazón fundido en
la razón, amamantado de la ubre de la teta y surte todavía leche de aquel
pezón, de mi pluma serás predilecto, harás de mi tinta liturgia, mi corazón
latirá para que vivas y grande será el poema y no minucia
Vine al mundo un 10
de octubre de 1944 en Mira y era el único varón entre cuatro hermanas y el más
pequeño de una familia humilde. “Nací en
un pueblo pequeño, asentado en la ladera, con el rumor de la fuente y estación
de otoño era”.
Tiene el pueblo
encanto y un halo de reminiscencias que evocan el pasado con nostalgia.
Me dejas muerto Evencio Tortajada con tu prosa y tus poemas. Ese discurrir de las cosas lo haces con una maestría extraordinaria. Enhorabuena y sigue con esa formula magistral.
ResponderEliminarSencillamente magistral.
ResponderEliminarEn tu línea habitual, creciendo y sin limites.
ResponderEliminarGrande no, lo siguiente.
ResponderEliminarMe dejas sin palabras amigo. La impresión que tengo es que nos puedes seguir enseñando mucho. Felicidades.
ResponderEliminarHas dejado dos post impresionantes con el de tu Madre y este. Te sigo.
ResponderEliminarAlguien te dijo en el anterior post que dejes de escribir de política y le dediques más tiempo a la literatura y no faltándole razón, en política también pones el listón muy alto. Aunque son temas distintos.
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