Ausentarse del mundanal
ruido y tener a la soledad de compañía es, en ocasiones impagable. Vivir en ese
mundo es saborear la quietud del alma y establecer puntos de encuentro con
aquellas cosas que delimitan lo trivial de amaneceres que no amanecen. El
pensamiento, haciendo uso de su libertad, me transporta desde el silencio
sublime y asentado el equilibrio a ver lo que no permite la vista y a descubrir
lo que revelar es imposible. Mañana el alba será la madrugada del día y yo
agotado de estos viajes, el anochecer que amanece.
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