Vivo ausente de la ausencia,
metido en el esenciero de la letra que horada y lapida. Sin abalorios ni
ringorrangos, dejando el aroma de la lealtad del pensamiento perverso y no
alevoso. A veces me debato entre la pericia y la maestría, para ejercer el solo
dominio del hábito. Y con la depresión que produce, me aíslo del mundo para
vivir en el.
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