La España de la corrupción
hace tiempo que traspasó fronteras para que el mundo tenga conocimiento de quiénes
somos y a que nos dedicamos. Es un espectáculo de descrédito que nos
afianza como un país bananero. Curioso
resulta ver a la clase política persuasiva en el robo, e inmune en muchos casos
ante él. Ver a esta lacra de expoliadores del pueblo acomodados mediante la mangancia
me hace pensar en los cinco millones de parados sin acomodo.
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