Vivimos
una época de violencia que hace posible que la guerra viva ajena a la paz. El
ser humano es protagonista de una especie de comportamiento próximo a la
psicopatía narcisista en ese afán de matar y no dejar vivir. Hay muertos que,
al menos, tienen el reconocimiento mundial y cadáveres que han sucumbido a la
vida sin más anuncio que el ruido de las bombas. El mundo cainita nos muestra
diferencias que no doblegan la conciencia ni de quien mata, ni de quien
silencia las muertes.
“No
hay muerte natural: nada de lo que sucede al hombre es natural puesto que su
sola presencia pone en cuestión al mundo. La muerte es un accidente y, aún si
los hombres la conocen y la aceptan, es una violencia indebida”. (SIMONE DE
BEAUVOIR).
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