La vida del palmero
trasgrede las normas de lo que no siendo ético, expone sin rubor la cualidad de
la memez. Semejante ramplonería es propia del ingenuo, zonzo y el que vive con
el síndrome del apego, para despegarse de algo tan fundamental como el criterio
propio. La sintomatología desnuda la falta de personalidad, dejando entrever la
escasez de ella. Y cuando te quedas en
cueros, la piel se encoge de vergüenza.
Es una vergüenza detrás de otra.
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