Señores diputados:
Siento mucho no tener más remedio que hacer un discurso doctrinal, de aquellos precisamente que el señor
Companys, en las primeras que pronunció el otro día, se apresuraba a querer
extirpar de esta cuestión......
Lo habéis oído una y otra vez, con persistente
reiteración, desde el advenimiento de la República. Se nos ha dicho: «Hay que resolver el problema catalán y
hay que resolverlo de una vez para siempre, de raíz. La República fracasaría si
no lograse resolver este conflicto que la monarquía no acertó a
solventar».......
¿Qué es eso de proponernos conminativamente que
resolvamos de una vez para siempre y de raíz un problema, sin parar en las
mientes de si ese problema, él por sí mismo, es soluble, soluble en esa forma
radical y fulminante? ¿Qué diríamos de quien nos obligase sin remisión a
resolver de golpe el problema de la cuadratura del círculo? Sencillamente diríamos que, con otras
palabras, nos había invitado al suicidio......
.......
Pues bien, señores; yo sostengo que el problema catalán, como
todos los parejos a él, que han existido y existen en otras naciones, es un
problema que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar, y al decir esto, conste que significo
con ello, no sólo que los demás españoles tenemos que conllevarnos con los
catalanes, sino que los catalanes también tienen que conllevarse con los demás
españoles......
......
¿Qué es el nacionalismo particularista? Es un sentimiento de dintorno vago, de
intensidad variable, pero de tendencia sumamente clara, que se apodera de un
pueblo o colectividad y le hace desear ardientemente vivir aparte de los demás
pueblos o colectividades. Mientras éstos anhelan lo contrario, a saber:
adscribirse, integrarse, fundirse en una gran unidad histórica, en esa radical
comunidad de destino que es una gran nación, esos otros pueblos sienten, por
una misteriosa y fatal predisposición, el afán de quedar fuera, exentos,
señeros, intactos de toda fusión, reclusos y absortos dentro de sí mismos......
.......
En cambio, el pueblo particularista parte, desde
luego, de un sentimiento defensivo, de una extraña y terrible hiperestesia
frente a todo contacto y toda fusión; es un anhelo de vivir aparte. Por eso el
nacionalismo particularista podría llamarse, más expresivamente, apartismo o,
en buen castellano, señerismo......
Pero ahora, señores, es ineludible que precisemos un
poco. Afirmar que hay en Cataluña una tendencia sentimental a vivir aparte, ¿qué quiere decir, traducido
prácticamente al orden concretísimo de la política? ¿Quiere decir, por lo
pronto, que todos los catalanes sientan esa tendencia? De ninguna manera.
Muchos catalanes sienten y han sentido siempre la tendencia opuesta; de aquí
esa disociación perdurable de la vida catalana a que yo antes me refería.
Muchos, muchos catalanes quieren vivir con España lo que
pasa es que no se atreven a decirlo, que no osan manifestar su discrepancia,
porque no hay nada más fácil, faltando, claro está a la veracidad, que esos exacerbados les tachen entonces de
anticatalanes. Es el
eterno y conocido mecanismo en el que con increíble ingenuidad han caído los
que aceptaron que fuese presentado este Estatuto. ¿Qué van a hacer los que
discrepan? Son arrollados; pero sabemos perfectamente de muchos, muchos
catalanes catalanistas, que en su intimidad hoy no quieren esa política
concreta que les ha sido impuesta por una minoría. Y al decir esto creo que
sigo ajustándome estrictamente a la verdad.
.......
Supongamos, si no, lo extremo –lo que por cierto
estarían dispuestos a hacer, sin más, algunos republicanos de tiro rápido (que
los hay, y de una celeridad que les promete el campeonato en cualquiera carrera
a pie)–; supongamos lo extremo: que se concediera, que se
otorgase a Cataluña absoluta, íntegramente, cuanto los más exacerbados postulan. ¿Habríamos resuelto el problema? En
manera alguna; habríamos dejado entonces plenamente satisfecha a Cataluña, pero
ipso facto habríamos dejado plenamente, mortalmente insatisfecho al resto del
país. El problema renacería de sí mismo, con signo inverso, pero con una
cuantía, con una violencia incalculablemente mayor; con una extensión y un
impulso tales, que probablemente acabaría (¡quién sabe!) llevándose por
delante el régimen. Que es
muy peligroso, muy delicado hurgar en esta secreta, profunda raíz, más allá de
los conceptos y más allá de los derechos, de la cual viven estas plantas que
son los pueblos. ¡Tengamos cuidado al tocar en ella!.....
.............
Yo creo, pues, que debemos renunciar a la
pretensión de curar radicalmente lo incurable. Recuerdo que un poeta romántico
decía con sustancial paradoja: «Cuando alguien es una pura herida, curarle es
matarle.» Pues esto acontece con el problema catalán.....
En cambio, es bien posible conllevarlo.
Llevamos muchos siglos juntos los unos con los otros, dolidamente, no lo
discuto; pero eso, el conllevarnos dolidamente, es común destino, y quien no es
pueril ni frívolo, lejos de fingir una inútil indocilidad ante el destino, lo
que prefiere es aceptarlo......
Después de todo, no es cosa tan triste eso de
conllevar. ¿Es
que en la vida individual hay algún problema verdaderamente importante que se
resuelva? La vida es esencialmente eso: lo que hay que conllevar, y, sin
embargo, sobre la gleba dolorosa que suele ser la vida, brotan y florecen no
pocas alegrías.....
........
Con esto, señores, he intentado demostrar que urge
corregir por completo el modo como se ha planteado el problema, y, sin ambages
ni eufemismos, invertir los términos: en vez de pretender resolverlo de una vez
para siempre, vamos a reducirlo, unos y otros, a términos de posibilidad,
buscando lealmente una solución relativa, un modo más cómodo de conllevarlo:
demos, señores, comienzo serio a esta solución.
¿Cuál puede ser ella? Evidentemente
tendrá que consistir en restar del problema total aquella porción de él que es
insoluble, y venir a concordia en lo demás. Lo insoluble es cuanto significa
amenaza, intención de amenaza, para disociar por la raíz la convivencia entra
Cataluña y el resto de España, Y la raíz de convivencia en pueblos como
los nuestros es la unidad de soberanía...
..................
Aunque en peores condiciones, es de todos modos
necesario e ineludible intentar esta solución autonómica. La autonomía es el puente tendido
entre los dos acantilados, y ahora lo que importa es determinar cuál debe ser
concretamente la figura de autonomía que hoy podemos otorgar a Cataluña....
.....
Ante todo, como he dicho, es preciso raer de ese proyecto todos
los residuos que en él quedan de equívocos con respecto a la soberanía; no podemos, por eso, nosotros aceptar
que en él se diga: «El Poder de Cataluña emana del pueblo.» La frase nos parece
perfecta, ejemplar; define exactamente nuestra teoría general política; pero no
se trata sin distingos, que fueran menester, del pueblo de Cataluña aparte, sino del pueblo español, dentro del cual y con el cual
convive, en la raíz, el pueblo catalán.....
Vamos ahora al tema de la enseñanza. Es
éste un punto en que me complace declarar que la fórmula encontrada por el
dictamen de la Comisión se nos antoja excelente. Pretende Cataluña crear ella
su cultura; a crear una cultura siempre hay derecho, por más que sea la faena
no sólo difícil, sino hasta improbable; pero ciertamente que no es lícito
coartar los entusiasmos hacia ello de un grupo nacional. Lo que no sería
posible es que para crear esa cultura catalana se usase de los medios que el
Estado español ha puesto al servicio de la cultura española, la cual es el
origen dinámico, histórico, justamente del Estado español. Sería, pues, como entregar
su propia raíz. Bien está, y parece lo justo, que convivan paralelamente las
instituciones de enseñanza que el Estado allí tiene y las que cree, con su
entusiasmo, la Generalidad. Ya hablaremos cuando se trate del articulado, del
problema del bilingüismo. Dejemos,
pues, intacta esta cuestión. Lo que importa es decir que en aquel punto general
de la enseñanza nos parece excelente el dictamen de la Comisión. Sólo podría
oponerse una advertencia. ¿No sería ello complicar demasiado las cosas? ¿No
sería acumular en Cataluña un exceso de instituciones docentes?.....
No podemos aceptar, en cambio, que pase el
orden judicial íntegro a la Generalidad; pero esto por una razón frente a
la cual me extraña que pueda darse, por parte de los señores catalanes, contra
razón de peso. No es la cuestión de Justicia tema que pueda servir de
discusión, ni de batalla entre los hombres. Acontece así, pero no debe
acontecer; es decir, que acontece sin razón. En todas partes es el movimiento
que empuja a la Historia, ir haciendo homogénea la Justicia, porque sólo si es
homogénea puede ser justa; no es posible que, de un lado al otro del monte, la
Justicia cambie de cara; el ideal sería que la Justicia fuese, no ya sólo
nacional, sino internacional, planetaria, a ser posible, sideral; que cuanto
más homogénea la hagamos, más amplia la hagamos, más cerca estará de poder
soñar en ser algo arecido a la Justicia misma.....
Pero, en fin, déjese a los catalanes su
justicia municipal; déjeseles todo lo contencioso administrativo sobre los
asuntos que queden inscritos en la órbita de actuación que emana de la
Generalidad, pero nada más.....
Y vamos al último punto, al que se refiere a la Hacienda....No me refiero ahora a las cuantías,
no escatimo; lo que digo es que no es posible entregar a Cataluña ninguna
contribución importante, íntegra, porque eso la desconectaría de la economía
general del país, y la economía general del país, desarticulada, no por el más
o el menos de cuantía en lo que se entregara, no podría vivir con salud, y
mucho menos en aumento y plenitud.....
Desde las primeras palabras que pronuncié en la Cámara pedía yo una República emprendedora y ágil, lo
cual no quiere decir apresurada. Porque ágil es el que actúa siempre con la misma
celeridad posible, pero sólo con la posible. Ágil, en efecto, es el que corre y
no se atropella. Vayamos, pues, con celeridad, pero sin acritud, con decoro,
con exactitud y viendo bien qué es lo que hoy en su profundo corazón múltiple
desea el país que hagamos, en este gran paso del Estatuto que tenemos delante.
Y si no fuera porque en uno de sus lados sería petulancia, terminaría
diciéndoos, señores diputados, que reflexionéis un poco sobre lo que os he dicho
y olvidéis que yo os lo he dicho....
(Fin del discurso)
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