Hagámosle un hueco a la
esperanza y elevemos la decaída autoestima, producto de un Gobierno en la
apoteosis del afán de desmantelar de las viviendas cocina y comedor. Que sea la esperanza el alimento que nos
mantenga al menos moribundos, y podamos
ver los brotes del perdido sentido común cuando tengamos gobernantes que
utilicen la cabeza. Y si hay que importarlos, a la mayor brevedad posible,
antes de que nos corten la luz para verlos.
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