El tiempo pasa y la
mujer postergada.
Es clamorosa la injusticia.
La indolencia ante la desigualdad, indigna.
El menoscabo del vejatorio trato, subleva.
La mirada distraída de hechos constatados, irrita
Y permanecer impasibles, no tiene perdón.
Perdón habría que
pedir por el ingenio de una sociedad machista artífice de diferencias que avergüenzan.
La mujer merece el
respeto y la consideración, que lastrada en el tiempo nunca tuvo.
Hay que rendirse ante
la evidencia, someterse al mea culpa y aislarse de cánones que destruyen la
moral.
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