Hay quien habla de
respeto cuando está inmerso en un
galimatías que hace saltar en astillas el respeto, la moralidad, y el óbito de
la honestidad. El respeto no es la práctica de actitudes y modales que ponen en
solfa el predicamento del ingenio circunstancial. Detrás de eso, se arrastra la
destreza del incauto en el ejercicio de formas y fórmulas maquiavélicas, dicho
sea con excesiva benevolencia. Constituirse en la voz indebida, es estar en el
pórtico de la exposición mugrosa e inmunda. Y con acontecimientos en el Museo
del desierto que suman ignorancia, hay comportamientos que destruyen al ser
humano. Así goza el aforismo sosegado y tranquilo del culto a valores de quien
pretende zafarse de valores en la pira. Yo me quedo las cenizas.
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