A pesar de que en alguna
ocasión he recibido críticas por el apoyo a la gente joven para encarar el
futuro político, desde el respeto a quien piensa lo contrario, sigo creyendo en
la necesidad imperiosa de aportar savia nueva. De esencia que regenere la ya
evaporada por el paso del tiempo, y la adopción de medidas que generen ilusión,
y expectativas que congratulen al ciudadano. En definitiva es apostar por el
progreso, ¿es un pecado? Hablaba en
algún post anterior de José Vicente
Herraiz, y aunque quizá sea un caso
aislado porque su formación y su coherencia no son habituales, se debe
imponer el sentido común y depositar confianza sencillamente en quien sabe
ganársela. ¿Es algo irracional?
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