Siempre viene bien tener una
segunda residencia para aislarse del mundanal ruido y encontrar la soledad, el
silencio y la paz. Le hace falta a la derecha alejarse del escaparate permanente de hechos
delictivos y encontrar algún pacto con Dios y el perdón de los pecados.
Aunque parezca increíble, el pecado no está libre de un mundo tan selecto de
creencias místicas y abanderados de lo moral y lo inmoral. La celda es un lugar que invita a
las exigencias de convicciones que merecen el mayor de los respetos: la oración,
reflexión y el arrepentimiento.
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