Cuando el cabeza de lista en
unas elecciones va llamando a sus compañeros de viaje y te sitúa en el número
16, la lectura se ciñe entre la no valoración y la devaluación o, si lo
prefieres, no sirves. Pero si eso no te vale te acoges a lo siguiente: suplente
eterno. Esa es la cosecha que recoges después de batirte el cobre con tirios y
troyanos y ser un modelo de servidumbre. Enhorabuena. No obstante, siempre te quedará el ego de ser el primero en una faceta
tan prestigiosa como palmero y en empatizar con las personas el último. ¿Y ser
prudente, amable y educado no te interesa? REFLEXIONA.
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